El Oro es el antídoto a la inflación

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La solución de la crisis pasa por imprimir más dinero y políticas de austeridad a nivel mundial. Comprar Oro nos permitiría proteger nuestra riqueza de la época de inflación que se vislumbra en el horizonte.

En el artículo anterior en Invertia sobre el precio del oro y el dólar, un lector refutó parte del artículo con este comentario:
Pobrecitos los mercados, que sólo hacen lo que los demás haríamos, a saber: desconfiar, pedir más garantías,…sí, vale. Pero cuando en 2008 cae Lehman y el resto de bancos de inversión con sus Hedge Funds estaban con el agua al cuello, los políticos, (es decir, TODOS NOSOTROS), vamos y los salvamos.
Así es muy fácil ser capitalista hoy: gusto por el riesgo y si sale mal, ya nos salvarán.

El lector tiene toda la razón, personalmente que fui de los primeros que afrentaron a los que arriba se refiere y desde el nacimiento de Mercados y Burbujas tengo pruebas escritas que constan para cualquiera. Como todas las monedas tienen dos caras y a esta no ha de faltarle la otra, vamos ahora a buscársela y a encontrársela.

Solamente algunos, muy pocos, Hedge Funds al principio de la conmoción griego-europea se lanzaron de lleno a comprar deuda griega de corto plazo para aprovecharse del alto rendimiento que esta ofrecía y a sabiendas que la Unión Europea les sacaría las castañas del fuego.

Sin embargo, por los bajos rendimientos que este tipo de inversión conlleva en comparación con los rendimientos que buscan y a los que estos están acostumbrados, no son los Hedge Funds ni los grandes brókeres los que particularmente prestan a los gobiernos periféricos.

Los que sí buscan este tipo de rendimiento son los fondos de renta fija, los fondos de renta variable para diversificar sus carteras, las aseguradoras de vida y otras aseguradoras, los fondos mutuos, los fondos soberanos, los fondos de pensiones públicas y privadas, los ayuntamientos, los gobiernos regionales, las reservas liquidas de las grandes y medianas empresas, los bancos, las cajas, inversores independientes que buscan balance en sus carteras y pensionistas de cierto nivel que, por su edad, quieren algo seguro y debidamente no gustan de comprar plátanos verdes de renta variable por si el destino no les concede el tiempo para verlas madurar.

Todos los mencionados son los prestamistas a los que mi artículo se refería y los que el refute del lector no ha tenido en cuenta. Si analizamos el asunto con un poco más de profundidad nos daremos cuenta que los tributarios y los ahorradores somos los mercados. Somos los que compramos los seguros de vida y a todo riesgo, somos los que invertimos en los fondos de inversión de todas las denominaciones y colores, somos los depositantes de los bancos y de las cajas (que sin nosotros no serían tales), somos los que tenemos carteras depositadas en los brókeres, somos los que aportamos cuotas recurrentes que llenan las alforjas de los fondos de pensiones que a su vez invierten en los mecanismos que aquí se discuten y somos los que pagamos impuestos a los ayuntamientos y a Haciendas.

Entonces, encontrándonos con el agua al cuello, los políticos, (es decir, TODOS NOSOTROS), vamos y nos salvamos. Está claro que con nosotros también se han salvado algunos desmerecidos y que sin exculpar la fracción de pecado que a la mayoría nos pertenece, la mayor parte del desacato pertenece a los que fabrican las leyes, a los que las ejecutan y a los que desmerecidamente son confiados con el capital común. Los primeros por prometer y dar demasiado, los segundos por otro tanto de lo mismo y los terceros por avaricia, egolatría e ignorancia.

Este es el problema, hasta aquí hemos llegado y aquí nos estancamos ¿Quién «nos» salvará ahora a «nosotros» que se nos ha acabado la soga después de salvar a TODOS NOSOTROS? ¿Alemania? ¡Pienso que no! ¿Francia? Francia está en bancarrota y ni siquiera ella lo sabe. Es más, Europa entera está en bancarrota por falta de imprentas que devalúen el euro y que lo hagan competitivo a nivel mundial para que a su vez la moneda debilitada promueva el crecimiento necesario y que dicho crecimiento de la mano difícil de la austeridad fiscal pueda domar el salvajismo de la deuda que de otra manera seria impagable. Esta receta (las imprentas) será rechazada por los alemanes por el miedo a la inevitable inflación que derivaría de ello y por el miedo a las bien conocidas consecuencias – en este foro se ha explicado lo del necesitar un carretillo lleno de marcos para comprar una barra de pan en la Alemania de antes de la segunda guerra mundial.

Es loable que Europa no quiera echar mano de las imprentas, puesto que estas son antecesoras de las guerras por causa de la devastación que la inflación produce y del consecuente empobrecimiento de todas las clases sociales pero principalmente de las clases trabajadoras. Sin embargo, ya es demasiado tarde para retroceder porque lo prestado está gastado. Según el plan de rescate desvelado por el Kremlin de la eurozona, donde los detalles brillan por su ausencia, debido a legalidades, capacidades y laberintos políticos derivados de la inmensidad de soberanías e intereses creados, no es para hacerse muchas ilusiones. Lo que sí es cierto es que según los rumores de lo que al parecer se pretende – que sería aumentar los 240 billones del EFSF a 1 trillón, o lo que sea, que a su vez estaría en buena parte garantizado por los propios países que están en banca rota, no solamente no funcionaria sino que es risible y los mercados nunca lo aceptarían.

En lo que a Grecia respecta, desde hace mucho no hay otra solución que no sea la restructuración de la deuda, es decir, banca rota. Se leen y se escuchan comentarios que sugieren que Grecia es un país pequeño y como tal se puede llevar a cabo una reestructuración (impago) ordenada. Los que dicen eso se equivocan porque no saben que una reestructuración ordenada es una falacia y que como tal no existe:

No existe porque acarreará consecuencias por ahora impensables. No existe porque todos somos hijos del mismo planeta. No existe porque Irlanda y Portugal están a la espera de los acontecimientos y detrás de ellos hay otros, incluyendo Japón que le tiritan los dientes y del que por el momento no se habla pero se hablará. No existe porque los italianos dicen que impondrán austeridad a partir del año 2026. No existe porque occidente se ha convertido en un manicomio regentado por los propios internados. No existe porque los chinos están quemados con 3 trillones en deuda del tesoro estadounidense y su economía no es lo suficientemente grande ni sus reservas bastantes para mantener los desaforos de dos gigantes sin fémures que pesan casi cuatro veces más. No existe porque los gobiernos están en banca rota por culpa de los bancos y porque los bancos están en banca rota por culpa de los gobiernos. Aunque todo es posible en la vida y en cuestión de merados y bolsas no existen absolutos, me sorprendería muchísimo de que la solución durara más de lo que dura una luna de miel sin amor.

La conclusión es que ya han intentado muchas cosas sin éxito y no hay que darle muchas vueltas al asunto para concluir que una persona, institución, país o bloque no puede resolver un problema de insolvencia con más insolvencia o sea garantizando solvencia con insolvencia y que lo pueden poner debajo del microscopio atómico más potente de la tierra o donde quieran para terminar descubriendo que la única solución, para temporalmente salir del bache, es la de monetizar la deuda imprimiendo más dinero.

Y que con consentimiento de los alemanes o sin él, si quieren salvar la moneda y la comunidad europea, los votos de la mayoría de los países del euro tendrán que votar por la monetización que las imprentas ofrecen. De otra manera, tarde o más bien temprano, nos encontraremos con una situación caótica de las que la historia del viejo continente ya conoce y que recientemente no ha experimentado. Aún arrancando los motores de las imprentas sería una solución temporal, a no ser que vaya acompañada de legislaturas que obliguen austeridad. Dadas las inclinaciones de los políticos a la dadivas con el dinero ajeno para beneficio propio, después de las imprentas habrá más imprentas y así sucesivamente. Como consecuencia, el único político o banco central que no se prostituye es el oro, el oro es finito y no puede ser imprimido.

Tardaremos en llegar allí pero llegaremos porque el problema no solamente habita en Europa sino en todo el mundo occidental incluyendo sobre todo a los Estados Unidos. Mientras tanto ¿Tienes Oro?

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