
¿Qué es el apalancamiento financiero?
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Este término hace referencia a utilizar el endeudamiento para financiar cualquier tipo de operación financiera. Por ejemplo, en caso de que queramos realizar una inversión y no dispongamos de la totalidad de los fondos necesarios para llevarla a cabo – o no queramos incluir todo nuestro capital – podremos recurrir al apalancamiento financiero y solicitar un crédito bancario para cubrir el resto de la inversión. Es decir, en lugar de poner todo el dinero de nuestro bolsillo, haremos una aportación más pequeña y financiaremos el resto de la inversión a través de un préstamo. De esta manera, estaremos utilizando la deuda para impulsar “como una palanca” nuestras posibilidades de obtener una mayor rentabilidad.
El apalancamiento financiero mide la proporción entre el capital propio y el prestado que se utiliza en una inversión. Se mide en unidades fraccionadas y se calcula dividiendo el valor de la inversión y los recursos propios que hemos invertido. Por ejemplo, imaginemos que hemos hecho una inversión de 20.000€, utilizando 10.000€ de capital propio y el resto lo hemos financiado a través de un crédito, por lo que el grado de apalancamiento se calcularía de la siguiente forma:
Apalancamiento financiero = 20.000/10.000 = 2
En ese caso, el grado de apalancamiento sería 1:2. Es decir, por cada euro invertido de capital propio, se invierten 2€ en la operación, por lo que la deuda también es de 1€.
Ventajas y riesgos
El apalancamiento financiero suele utilizarse sobre todo para grandes operaciones como la compra de acciones. El motivo principal que lleva a utilizar esta forma de financiar inversiones es la posibilidad que ofrece de obtener una mayor rentabilidad que si solo se utilizan fondos propios. No obstante, una mayor rentabilidad está directamente relacionada con un mayor riesgo. Si utilizamos recursos ajenos y la inversión no resulta favorable a nosotros, además de la pérdida de nuestro capital, tendremos que hacer frente a la devolución del capital ajeno, y los intereses que esto conlleve, por lo que la pérdida será mayor que utilizando únicamente nuestro capital.
Pongamos un caso práctico. Hacemos una inversión en acciones de 100.000€, de los cuales 30.000€ son fondos propios y los otros 70.000€ los financiamos a través de un préstamo bancario con un 10% anual de intereses. Cuando compramos las acciones estas valen 5€, por lo que con el capital invertido obtenemos 20.000 acciones. Pueden darse tres casos diferentes:
Ganancias: Las acciones pasan de valer 5€ a valer 10€. Al venderlas, obtenemos 200.000€ a los que habrá que restar los 70.000€ que hay que devolver al banco más los 7.000€ de intereses y los 30.000€ que pusimos de nuestro bolsillo. Por lo que habríamos obtenido 93.000€ de ganancia.
Pérdidas: En caso de que dichas acciones pasaran a valer 4,50€ en lugar de 5€, obtendríamos 90.000€. Al devolver los 77.000€ que debemos al banco únicamente nos quedarían 23.000€ de los 30.000€ que pusimos de nuestro bolsillo, por lo que habríamos perdido 7.000 euros.
Insolvencia: Si las acciones redujeran su valor aún más, hasta los 70.000€, no podríamos hacer frente al pago de los intereses y no habríamos recuperado nuestra inversión inicial, por lo que nos encontraríamos ante una situación de insolvencia.
Antes de optar por el apalancamiento financiero hay que valorar todas las posibilidades que pueden darse y los riesgos que este tipo de operaciones pueden conllevar. Es recomendable dejar una parte de nuestro capital fuera de la inversión, por si incurrimos en pérdidas o en una situación de insolvencia.