Regímenes económicos del matrimonio: ¿Qué cuenta bancaria es la mejor opción?

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Según el Servicio de Estadística del Consejo General del Poder Judicial los divorcios bajaron en España un 9,2% entre julio y septiembre de 2016 en comparación con el mismo trimestre del 2015. A pesar de que las demandas pasaron de 26.658 a 24.200, las cifras siguen siendo bastante altas

Cuando una pareja toma la decisión de casarse las únicas preocupaciones que ocupan su mente son, entre otras, el número de invitados que asistirán a la ceremonia, el vestido de la novia, la celebración o la luna de miel. Las decisiones relativas a la economía familiar pasan a un segundo plano por el temor a estropear con temas incómodos un momento tan romántico y especial. No obstante, decidir qué régimen económico se adoptará como unidad familiar es muy importante tanto durante el matrimonio como en el caso de un posible divorcio.

Regímenes económicos matrimoniales en España

En España existen tres regímenes económicos del matrimonio diferentes. Por un lado, el régimen de gananciales es aquel que se aplica automáticamente cuando no se especifica otro distinto por los cónyuges. Mediante este, todos los beneficios, deudas y gastos son comunes durante la vigencia del matrimonio. Es decir, aunque uno de los cónyuges posea una cuenta bancaria propia, el dinero que haya en ella se considerará como un bien ganancial de ambos miembros de la pareja. En esta modalidad, existen algunos bienes privativos (que corresponderían únicamente a uno de los dos) como, por ejemplo, las herencias o donaciones.

Otro régimen económico matrimonial es el de participación. Este se caracteriza por ser aquel en el que cada uno de los cónyuges tiene derecho a participar en todas las ganancias, beneficios e ingresos obtenidos por el otro, tanto antes de casarse como durante el tiempo de vigencia del matrimonio.

Finalmente, encontramos la separación de bienes. A través de este régimen los bienes, tanto los que se obtuvieran antes como durante el matrimonio, pertenecen a cada uno de los cónyuges de manera privativa y ambos deben contribuir a la economía del hogar en proporción a sus respectivos recursos económicos, a no ser que se haya pactado lo contrario.

¿Qué cuenta es la mejor opción?

Si optamos por el régimen de gananciales, lo siguiente que se planteará la pareja será qué tipo de cuenta es la más conveniente para el mantenimiento económico del hogar y, sobre todo, en caso de un futuro divorcio. Sin embargo todas las opciones tienen sus pros y sus contras.

Cuentas conjuntas: Son las más comunes en los matrimonios y permiten que ambos miembros conozcan cualquier movimiento que se realice en ellas. Esto puede ser muy beneficioso durante el matrimonio, no obstante a la hora de un divorcio una cuenta conjunta puede llegar a convertirse en un verdadero trastorno. El dinero que haya en esta cuenta pertenecería a ambos y se repartiría al 50% en caso de divorcio, sin tener en cuenta quién realizara mayores aportaciones. Además, también podría darse el caso de que uno de los cónyuges retirara parte del dinero o bloqueara la cuenta antes de que diera comienzo el proceso de divorcio, lo que impedirá a la otra parte acceder a su parte del dinero hasta que el asunto fuera resuelto por vía judicial.

Cuentas separadas: Este tipo de cuentas permitirán a los cónyuges mantener una independencia financiera con respecto a su pareja. Cada uno asumiría una parte de los gastos en función de sus ingresos. Aunque esto resultaría menos contencioso a la hora de un divorcio, la gestión de la economía familiar sería bastante más complicada puesto que el miembro de la pareja con mayores ingresos acabaría haciéndose cargo de más gastos que el otro.

Cuentas combinadas: Poseer una cuenta conjunta para los gastos comunes del hogar y cuentas separadas en las que cada uno tenga sus ingresos es una buena opción para evitar problemas en caso de divorcio. No obstante, en la actualidad es muy habitual que uno de los miembros de la pareja, o ambos, estén desempleados, por lo que no podrían aportar nada a la cuenta conjunta, por lo que esta opción no sería viable.

Tener este tipo de conversaciones antes de una boda no es lo más romántico, pero son completamente necesarias para evitar que se generen discusiones sobre la gestión de la economía familiar durante el matrimonio o que haya problemas si se diera el caso de un futuro divorcio.

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