Tarjetas de crédito: ventajas y desventajas

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Al igual que con cualquier otro producto financiero, hay ventajas y desventajas a tener en cuenta antes de contratar una tarjeta de crédito.

Además de los aspectos relacionados con esta forma de financiación, es muy importante que analicemos nuestra propia psicología, situación económica, fiscal y familiar. No hay un producto bueno para todo el mundo, depende de la situación y de las características de la propia persona. Para consultar cualquier duda sobre tarjetas, puedes descargarte de forma gratuita la Guía de tarjetas.

Ventajas del uso de tarjetas de crédito

En primer lugar, mencionar una serie de características que cualquier persona debería tener para que una tarjeta de crédito le pueda ser un buen producto:
En cuanto a la forma de ser y psicología, para usar adecuadamente una tarjeta hay que ser una persona racional que no se deje llevar por las emociones, en cuanto a la compra de bienes y servicios. Una tarjeta de crédito permite gastar más de lo que se tiene, lo cual es peligroso si no sabemos limitar nuestro deseo consumista. Por otro lado, es importante que seamos lo más ordenados posibles en materia de gastos e ingresos, para evitar descuidos en el gasto que nos den una sorpresa a final de mes.

Nuestra situación económica también es muy importante; no es nada aconsejable solicitar una tarjeta de crédito si ya estamos endeudados con un préstamo hipotecario, préstamos personales u otras tarjetas. Tampoco es una buena idea solicitar una tarjeta si nuestros ingresos no bastan para pagar nuestros gastos mensuales. El crédito de tarjeta es muy rápido, una vez concedida, pero también el más caro posible, solo menor que los minicréditos concedidos por empresas privadas, que se pueden usar solo para hacer frente a un gasto imprevisto o un recibo importante que no queremos que el banco devuelva, teniendo la certeza de que en día tendremos el dinero en cuenta para devolverlo. Pese a que es una tentación tirar de tarjeta en lugar de reducir al máximo nuestros gastos e intentar aumentar nuestros ingresos, no nos solucionará el problema, sino que lo incrementará. Para determinadas compras o gastos de cierto valor, en lugar de usar la tarjeta, es mejor solicitar un préstamo personal tradicional o un crédito rápido (siempre analizando que el interés sea menor que el que nos cobran por el uso de la tarjeta).

Hechas las puntualizaciones anteriores, las tarjetas de uso son muy útiles como línea de crédito rápido de emergencia o para gastos que podremos cubrir en poco tiempo.

Es más, si la tarjeta no nos cobra comisión de mantenimiento, tenemos un crédito siempre disponible a coste 0 (tenerlo sin usar, que cuando gastamos nos cobran intereses altos) y sin trámite alguno. Una persona que sepa usar adecuadamente el crédito, incluso puede tener una tarjeta de crédito del banco con el que siempre trabaja y otro de una entidad que nos pase los cargos vía domiciliación, que emite las tarjetas sin cambiar de banco. Este crédito disponible nos permite hacer frente a imprevistos y algún que otro capricho, siempre teniendo en cuenta que deberíamos establecer un plazo de pago lo más corto posible. Y este tipo de imprevistos o gastos ha de ser puntual, no sistemático. El endeudamiento con tarjeta es caro y solo debe utilizarse de forma extraordinaria.

Desventajas de las tarjetas de crédito

La desventaja principal ya la hemos comentado, de alguna forma, anteriormente: el peligro de endeudarse de una forma insostenible.

Por la rapidez y sencillez de uso del crédito, es muy fácil verse tentado a utilizar la tarjeta en demasiadas ocasiones, en lugar de tomar otro tipo de decisiones menos rápidas o agradables.

Es más fácil pagar un viaje de ocio a los nuestros con una tarjeta que plantear a la familia que este año no se ha podido ahorrar y se tiene que conformar con unas vacaciones en casa. Pese a ser más sencillo, es mucho más peligroso, si vamos justos de dinero, ya que estamos pagando un viaje y además unos intereses por él que pueden acabar siendo una losa demasiado pesada para algunos.

Igualmente podemos estar tentados a ir aumentando el saldo dispuesto de nuestra tarjeta mes a mes, en lugar de reducir los gastos. Temporalmente estamos gastando por encima de nuestras posibilidades en lugar de afrontar decisiones de austeridad duras; sin embargo, el final de este cuento siempre es el mismo: se acaba agotando el saldo de la tarjeta y no se puede hacer frente a la amortización de la deuda. Al final, acabamos peor que antes y con una deuda difícil de pagar.

Pese a que el recobro de la deuda de tarjeta lleva más tiempo que un préstamo hipotecario o personal, dado que no hay un documento acreditativo de las disposiciones firmado, al final es posible que nos embarguen, incluso la casa.

No es lo más usual, pero podríamos acabar perdiendo la casa por una deuda de tarjeta.
Si nos hemos endeudado con tarjetas y préstamos personales, además de la hipoteca de casa, puede que acabemos en la situación de pedir una reunificación de deudas con base hipotecaria para tratar de salir del paso. Si bien es una posible solución para algunos casos, no deja de ser una muestra de mala planificación financiera: en el mejor de los casos acabaremos pagando a décadas vista un crédito de tarjeta que se utilizó para llegar a fin de mes, a tipos de interés más altos que el que teníamos en la hipoteca original.

Agrupando todas las deudas en una nueva hipoteca se unifican y reducen los pagos mensuales, pero ello implica una deuda pendiente superior y puede que una ampliación del plazo. Este aumento se debe a los gastos que implica reunificar, como son los costes de tasación, cancelación de la hipoteca y préstamos a reunificar, gastos de gestoría, notaría y registro, comisión de apertura de la nueva hipoteca y honorarios de intermediación (si se tramita mediante un intermediario financiero). Es muy importante que el cliente que se plantea solicitar una reunificación de deudas entienda que es

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